20/11/11

Flamenco en el Grao


A raíz de la publicación de mi última entrada en este blog "Merche Kafille ..." he recibido de Sergio Ferrer, fotógrafo y cronista del Grao de Castellón -ciudad que cito en dicha entrada- la copia de un capítulo flamenco de su libro "El Grao en el siglo XX", y que por similitud de temas, y considerarlo de valor histórico y cultural, lo traspaso a continuación tal como me lo ha enviado:


1934 - EL FLAMENCO Y CASA NASI


Hubo una época, el primer tercio del siglo anterior, entiéndase hasta el final de la guerra civil, que en el Grao, los medios y formas de entretenimiento para la población, eran de lo más primitivo. Con problemas, existía el alumbrado eléctrico en no todos los domicilios; las calles estaban alumbradas por unas tristes y lejanas bombillas situadas en las esquinas de algunas casas, bombillas que no venían a tener más allá de los 50 vatios, como mucho, bombillas no de rosca, sino de las llamadas de bayoneta, como hasta no hace demasiados años llevaban los automóviles en las lámparas de alumbrado; puestas directamente en los portalámparas, sin ninguna protección contra las inclemencias del tiempo y los ataques
que los niños con sus tiradores o a mano libre, se entretenían en apagarlas por la vía directa.


De este alumbrado estaba encargado el vigilante nocturno del Grao, un funcionario municipal que tenía entre otras misiones, encender y apagar, en los momentos del atardecer y amanecer, el alumbrado público. Iba el bueno del señor Tomás (Valls Lluart), se llamaba, pero más conocido por “el Vigilant”, montado en una bicicleta que había pasado más de una guerra, con una caña larga al hombro y en el extremo superior un gancho, como una ele, que accionaba el interruptor que conectaba y desconectaba las bombillas para que el pueblo quedase debidamente “iluminado”.


Debo manifestar que hechas estas aclaraciones sobre las condiciones en que se desarrollaba la vida en nuestro Grao, se pueden hacer una ligera idea de cómo pasaba el tiempo de ocio, cuando las condiciones lo permitían, la gente marinera y los pocos que sin ser gente de mar convivían con los pescadores



Los lugares de reunión eran, generalmente, los bares y tabernas a los que cada uno, según sus gustos y afinidades estaba más o menos adscrito, y de los que se era bastante fiel. Tabernas conocidas eran, sin ningún orden ni preferencia, “el Pelat”, “Leandrin”, “el Re”, “Pesois”, “la Baixa”, “casa Chiva”, “El Parral”, abierto en 1932 y predecesor de, “el Mediterráneo”, “Pelechan”, “Pistón”, “Cacauero”, “les Dos Banderes”, y “les Tres Banderes”; y Bares: “La Valenciana”, “Andaluz”, “Casa Nasi”, “Café España”, “Casa Carich”, “Valentina”, y posteriormente “Casa Turch” y “Les Planes”


Pues bien, en todas partes había gente y la clientela estaba repartida, pero en el único lugar que había más movimiento y la gente se aglomeraba, en algunas ocasiones, era en Casa Nasi (actualmente Restaurante Brisamar). El siño Sentet el de Nasi, tenía la costumbre de fomentar y cultivar la pasión y afición a uno de los pocos entretenimientos que como forma de distracción y divertimento tenía casi toda la gente pescadora. Esto no era ni más ni menos que el cante flamenco.


En el café de Nasi, se celebraban periódicamente sesiones, veladas de cante flamenco, en las que intervenían los cantaores y guitarristas más señalados de la comarca, ya que este género era de aceptación general en la comunidad valenciana, de donde salieron elementos, voces y estilos con personalidad propia que alcanzaron las cimas más altas en el flamenco mundial, sea el caso el de Juanito Varea, de Burriana, por citar uno.


El representante de muchos de ellos para la distribución y actuación en Castellón, tenía la sede en Valencia, y cuando había ocasión y el ambiente estaba propicio, el tío Sentet, se ponía en contacto con el representante, para contratar a la figura de turno que en aquel momento estuviese localizable y libre para actuar en el Grao. De esta forma, actuaron en repetidas ocasiones, cantaores de primera línea como el caso de Angelillo, Niño Marchena, Niña de los Peines, Juanito Varea y otros de esa categoría y fama, acompañados por guitarristas de la talla de Niño Ricardo, Melchor de Marchena, Manolo de Badajoz y demás de la época.



Ahora bien; había un detalle, un trámite a hacer, que era imposible que pasase por las manos del tío Sentet; y esto era, ni más ni menos, que el llamar al representante ¡por teléfono!.En aquellas fechas, estoy hablando alrededor de 1920, se estaba en los albores de este fabuloso invento, que permitía, nada menos que desde su casa, poder hablar con otra persona en otra localidad. Aquello más bien parecía cosa de brujas que una cosa racional, pues bien el tío Sentet, lo mismo que otras muchas personas de su misma edad y condición, tenía verdadero pánico en utilizar el repetido utensilio y como solución, acudía a su sobrina Carmen, (que pasados los años fue mi suegra), y que entonces estaba alrededor de los 13/14 años, y la hacía telefonear a Valencia solicitando el contrato de tal o cual cantaor; todo era válido, todo, menos poner sus manos sobre el manubrio del negro aparato de teléfonos. Esta anécdota nos la contaba una y otra vez la madre de Carmen, mi mujer, cuando se hablaba del miedo o fobias que tenemos las personas por cuestiones, aparentemente elementales, como es el hecho de telefonear.


Parece una situación risible, pero dada la autenticidad de la misma, por conocidos los personajes que intervienen en la misma, no puedo por menos que relatársela a ustedes, como una de las muchas anécdotas que ocurrieron en este Grao.


s. f. a.



Gracias, Sergio Ferrer.



2 comentarios:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Muy enteresante este trabajo que nos entregais Sergioy tú. Muchísimas gracias por todas estas enseñanzas y curiosidades.
Besicos muchos.

América dijo...

Faltaban algunas cosa hoy en día inconcebibles pero sobraba la calidez y el arte,muy interesante el trabajo.
Un abrazo guapa.