7/9/12

Cádiz ( II )

 
 

Pocos serán los que dentro del mundo del flamenco no hayan oído hablar de la Venta de Vargas, en la Isla de San Fernando, Cádiz.




Lugar mítico, que encierra desde el primer tercio del siglo pasado en que existía como “La Eritaña”, sucesos de la vida de una época que se quedó atrás; y que hoy su restaurante y colmado típico andaluz, es centro de interés no solo para aficionados y estudiosos del flamenco, sino también para personas que acuden en busca de un lugar con buena cocina y ambiente deseado.

Me desplazo hasta ella y estoy al habla con Lolo Picardo, que junto con su hermano Suso, actuales propietarios, son sobrinos nietos de aquellos primeros que en 1924 empezaron con todo esto. Le ruego que sea él quien nos informe no solo de lo que ha sido la venta en el transcurso de los años, sino también de cómo se mueve en la actualidad.

La venta empezó en el año 1924. La fundó una señora que era de Alcalá de los Gazules, un pueblecito cerquita de aquí. Era gitana, se llamaba Catalina Pérez.. Ella vivía en el barrio de Santa María, en Cádiz; el mismo barrio donde nació Chano Lobato. Ya después cogió la” Venta de la Eritaña”. El nombre le viene porque los antiguos pobladores de San Fernando eran eritaños, de Eriteria, nombre fenicio que significa tierra roja; y por eso hay más ventas Eritaña. En Sevilla había otra, porque ese término de Eriteria los fenicios se lo ponían a diferentes zonas, pero en San Fernando era Eritaña. Más adelante la cogió el hijo, le puso “Venta de Vargas” por su nombre Juan Vargas. Ya siguió la generación, se casó con mi tía abuela María Jesús Picardo, ellos no tuvieron hijos y la venta la heredaron sus dos sobrinos Lolo y José, y nosotros somos hijos de esos sobrinos: somos ya la cuarta generación de hosteleros que llevamos la venta.

La venta se distingue claramente en dos objetivos, que son: el gastronómico y el flamenco. En el gastronómico pues es tan famosa sobre todo por las tortitas de camarones que se hicieron aquí en la venta. Se estilizaron; porque las tortitas era un plato de la bahía de Cádiz y aquí lo que se hizo fue cambiar la proporción y la harina de garbanzo por la de trigo. Entonces un plato que era prácticamente un “quita hambre” ¿no?, que era muy gordo, Catalina lo estilizó; hizo la tortita finita que es un aperitivo. Porque si te tomas ahora mismo la tortilla gorda que era la antigua, no vuelves a comer, porque hartaba mucho. Esa tortilla nació en esta cocina de aquí, en el año 1924. Aportó los guisos de la sierra: la berza gitana, era gitana y aportó la berza, el rabo de toro, las patatas con carne, los garbanzos con acelgas… Esos platos que aportó Catalina todavía se siguen haciendo aquí, sumado a la gama de pescados frescos que siempre tenemos, las patatas aliñás, las croquetas caseras… Esa es la base de la gastronomía de la venta. 

Luego está la parte flamenca. ¿Por qué la parte flamenca?. Porque antes el flamenco se amparaba en las ventas. Existía un flamenco que era “el flamenco de cabales”; que los flamencos venían a las ventas, se sentaban en las mesas y pedían un flamenco, que cantara un flamenquito, y después le daban una propina. De esa forma siempre había una série de flamencos dispuestos a que fueran contratados por los cabales. Rancapino, un cantaor de aquí, de Chiclana, nombra eso; que aquí había dos divisiones: había el cuerpo de guardia que eran los que siempre estaban aquí dispuestos: Farina, Rancapino, El Beni, El cojo Peroche… y luego estaban los grandes artistas como era Pericón, Aurelio Sellés, la Paquera, la Bernarda y la Fernanda de Utrera…que ya, venían un poquito más potentados y entonces mandaban a alguien a buscarlos. Eso es los dos tipos de gente que había. El flamenco, pues, se congregaba aquí en la venta, pero sumado a que Juan Vargas cantaba muy bien por alegrías. Juan era gitano también y le gustaba mucho el flamenco, entonces, amparaba a todos los flamencos de aquí y les daba; porque muchas veces ganaban dinero, pero a veces no se ganaba.; Juan estaba ahí y les daba de comer, siempre los amparaba y siempre se encontraban aquí. 

¿Qué pasaba? Que la venta tuvo en los años sesenta una cosa fundamental que ocurrió con un gobernador civil. Que la venta tenía que cerrar a una hora, y estaban persiguiendo los grises para que cerraran. El gobernador civil estaba comiendo ahí. Mi tía dijo que “entraran” y que “echaran a todo el mundo que estaba”. Pero, claro, cuando vieron al gobernador civil, pues los grises dijeron que “ perdonaran”. El gobernador civil se enteró, y al día siguiente mandó un ordenanza y le dijo a Juan que le daba" permiso de auxilio en carretera”, que estaba las 24 horas abierta porque la carretera nacional hacia Cádiz pasaba por la puerta. Asi, por un cuarto de baño, por un vaso de agua, una ayuda en carretera. Entonces la venta ya no cerraba. Cuando todos cerraban en la bahía, se congregaban aquí. De esta forma pues han cantado prácticamente la totalidad, de tanto  en cabales cantando para vivir, como en fiestas privadas.

Luego, santo y seña de esta venta es Manolo Caracol, que por amistad que le unía con Juan Vargas pasaba temporadas aquí, meses, dormía aquí arriba y era muy amigo. Y este último, pues Camarón. Camarón se unió, aparte que el paraba en la venta, le gustaba mucho la gente de aquí, los amigos suyos que eran mi padre y mi madre, mi tío, que eran amigos de su barrio estaban aquí en la venta; entonces él se encontraba como si fuera su casa. 

No se puede hablar de la Venta de Vargas sin que aparezca Camarón. Hombre, ya, éste es el último. Hombre Caracol.. Caracol hizo mucho. Caracol fue pieza fundamental en la venta ¿no?, aportó mucho y trajo mucha gente, y Camarón pues es el último. Hombre Camarón ha sido ya… yo lo veo como un tío mío o un primo, porque siempre lo veía en mi casa; y Camarón tenía algo especial porque era un revolucionario en el mundo del flamenco. Entonces, en mi casa lo hemos seguido siempre como si fuera del equipo de la familia. Siempre estábamos pendientes de su éxito, pendientes de los discos que sacaba, de las entrevistas.. Camarón ha sido un ser superior y murió con 41 años…

Se dice que un día Camarón chiquillo estaba por aquí con Rancapino, con todos esos que iban por aquí, con Manolo el del lunar, con el Pinto… y estaban también tu padre y tu tío, Lolo y José, Lolo y José, y que asomándose por una de las rejas y viendo como los artistas firmaban dentro les dijo: “Algún día yo también voy a firmar ahí”. ¿Es cierto? ¿Está aquí su firma? (risas). Ahí la tienes, detrás del libro de firmas de la venta, ahí está la firma de Camarón.


Hombre, la parte más fundamental del mundo del flamenco, yo creo que es una página esencial, ocurrió en dos fases. Para contar esta historia se ha unido los engarces de mucho tiempo; los ha unido Félix Grande. Félix Grande vivió una gran noche aquí, y después con las palabras de mi tía enlazó todo lo que había pasado ¿tu tía María Picardo?, mi tía María Picardo. Claro cuando murió, él ya contó la historia: 

“Ellos estaban locos con el niño; el venía a bañarse aquí al puente; un gitanito rubio que era y que cantaba muy bien. Un día estaba Caracol aquí sentado en este cuarto y le dijeron: Manolo mira este chiquillo como canta. Manolo estaba un poquito bebido. Manolo Caracol bebía. Fíjate que Juan lo admiraba tanto, pero le decía: cuando estas borracho no me gusta que tú cantes, él era un enamorado de Caracol ¿eso lo decía Juan Vargas? Juan Vargas decía: borracho no me gusta ni tu cante. Pues ese día que estaba aquí le trajeron al niño; cantó Camarón, cantó como los ángeles, y el Caracol dijo que no: “no está mal, pero un gitano rubio nunca puede llegar a ser artista”. Y ese niño, con 6, 7, 8 años eso se le quedó clavaito en el corazón. Félix Grande cuenta que habían inaugurado una calle en Cádiz, que era la calle Pericón de Cádiz, por allí por el Campo del Sur; entonces vinieron después todos los artistas a la venta: El Niño de los Rizos, que era un guitarrista, Carmen Martín Gaite , una escritora, el propio Félix Grande, Fernando Quiñones, escritor de aquí de Cádiz, Paco de Lucía… había una serie de artistas, y estaba Caracol.. Comieron y eso, y después se coló Camarón. Caracol estaba en esta silla y Camarón se colocó detrás. Claro, lo que no sabía Caracol es que ese niño rubio tenía una cuenta pendiente con él. Date cuenta que Camarón nunca cantó para Caracol, nunca, se lo llevó a los Canasteros, y él nunca quiso cantar; si cantó fue algo esporádico, pero pagando y contratado nunca trabajó para él. Es que Camarón era muy suyo. Era muy suyo. Pues ese día empezaron a cantar por fandangos con la guitarra en el segundo tono; segundo cante, canto Caracol y le respondió Camarón, cuando éste terminó pidió que subieran el tono en el tres, hicieron exactamente igual, en el cuatro, en el cinco, cada vez que termina Camarón sube otro tono, cinco, seis, hasta que terminaron cantando en el séptimo. Caracol “destrozao” porque era ya un señor con una cierta edad, y Camarón cantando como los ángeles y demostrando lo que era el gitano rubio que decía que no cantaría. Dice que él cantó un fandango que era premonitorio, que cantaba al final de su vida: “llora por mi gitanito de la cava que me estoy muriendo…”, el fandango ese. Y dice que le dio con la mano como reconociendo… ¿Caracol?, Caracol. Dicen que eso fue como una especie de la entrega del cetro – que tampoco fue el cetro, ¿no? – aunque decían que lo tenía Mairena, pero vamos, siempre están los Mairenistas y los Caracolistas… Pero fue el momento en que Caracol entregó el cetro a Camarón. Y Carlos Lencero le puso ese momento como un” Western Flamenco”. Un letrista de Camarón que tenía mucho arte y en su libro que escribió, que ya murió, le puso que ese encuentro era como un Western Flamenco, como si dos flamencos se hubieran tirado a matar; y la verdad es lo que fue. Él nunca cantó para Caracol, le dedico canciones; en su disco Potro de rabia y miel le cantó una canción y todo, pero siempre guardaba algo…” 

Con Cepero también tuvo; fue un desprecio que le hizo en la fiesta de Chiclana; no le quiso tocar porque estaba cansado y Camarón ya le puso la cruz y raya; era muy orgulloso para esas cosas; era muy poca cosa, muy tímido pero como tú le hicieras algo, no lo olvidaba. Era muy humilde por otra parte. Era muy humilde, de familia muy humilde, un barrio muy humilde de aquí de San Fernando, y luego siguió siendo humilde. Se ha dicho que el problema que tuvo después con todas las cosas, era que no admitía ser quien era; de que la gente le pidiera que curara a los niños como hacían los gitanosIban las madres a que les pusiera las manos encima a los niños… Que eso no le iba, que no admitía eso, que no le pasaba eso por la cabeza…

La venta ya no está abierta las 24 horas. Sin duda la vida actual no dispone de tanto tiempo para el esparcimiento.

Claro, claro. Nosotros estamos ahora haciendo la “madrugás”, quitándole a la gente horas del sueño, pero porque todo esto ha salido por el homenaje que se le ha hecho a Camarón en el 20 aniversario, que hemos participado activamente. Yo he estado en la organización. Veíamos que se iba a pasar y no se iba a hacer nada. Se pasaba la fecha y aquí el Ayuntamiento no hacía nada. Entonces entre dos o tres hemos presionado y logramos sacar algo adelante; y se hizo cosas a raíz de la madrugá que hicimos con David Palomar y a la gente le gustó, pues nos hemos lanzado y ha ido estupendamente. 

Muchas gracias Lolo, que continúen muchas generaciones manteniendo este emblemático lugar. 



Próxima entrega :  Madrugás Flamencas 

3 comentarios:

Jairo dijo...

Ramona tal como te lo conté. Gracias por visitarnos y plasmar al mundo lo que es la Venta. Gracias...

Pedro Delgado dijo...

Interesantísimo documento relatado de primera mano por un protagonista de excepción.

Saludos flamencos

Mari Carmen dijo...

Magnifico documento, un lujo para todos.
Enhorabuena.
Saludos desde Gines.